martes, 10 de junio de 2014

Sensaciones

Vuelvo a casa, de noche, andando sola y no puedo evitar recordar cuando hacía lo mismo en Barcelona, era mi momento del día de estar conmigo, cuando no me acompañaba nadie a casa, podía reflexionar, dejarme llevar, sentir el aire. Me doy cuenta de aquí no sucede lo mismo, quizá es que mi barrio no es muy especial, no hay grandes fachadas solo bares manolos y tiendas de chinos que me permiten comprar una lata de Mahou (por falta de estrellas en la capital), para hacer más ameno el camino. Quizá con la cerveza consigo intensificar la sensación de caminar sola en la ciudad. Pero no sucede. La china me desea dulces sueños, un príncipe azul y que me caiga dinero del techo. Es simpática. Pero no sabe que hace tiempo que no creo en los príncipes y que el dinero, aunque me ayudaría, tampoco sería santo de mi devoción. Ojalá me deseara un millón de nuevas sensaciones.
La sensación de estar en el teatro, receptiva, dispuesta a que una obra entré en ti y te remueva, a no irte indiferente. Aprender a ver, a escuchar, a sentir.
Sensación de ver como se cumplen los sueños y no poder creerlo pero dejar que tu cuerpo lo crea por ti soltando lágrimas de felicidad. Las mismas que un día les decía a mis niños (alumnos) que soltaban mis ojos al despedirme, explicándoles que era feliz de haber vivido tanto con ellos, aunque en realidad estaba triste por dejarles continuar su camino sin mi. Pero así es la vida, jamás te acompañan los que se cruzan y, aunque sea cruel, más vale que se acostumbren, no saben que esto ocurre prácticamente cada día. Solo debemos ser esponjas y sorber lo mejor de cada punto que se cruce, por si acaso, un día, ya no se vuelve a cruzar más.
Por lo menos conmigo aprendieron que hay que luchar por los sueños.
Hoy Martín, desde Argentina, informa que le han regalado un telescopio "pasado ayer", dice. Y cuando oigo "pasado ayer" me emociono porque su lógica aplastante sigue ahí, igual que su sueño de astronauta, que hace que cada día cuando vea la luna me acuerde de él, pues un día, le verá la espalda.
Cuando digo espalda pienso en mis contracturas y estoy convencida que son a causa de mi colchón duro como piedra, donde me toca dormir, dentro mi pequeña habitación de kaos ordenado, en la que cada vez me siento más acogida, compartiendo cama de matrimonio con mi portatil, como si de un peluche se tratara. Dejando que mi energiómetro se agote cual bebé muerto de sueño, que sabe que no dormirá demasiado, pero sus párpados caen, poco a poco, dejando que sea ahora el subconsciente el que decida qué toca sentir hoy...

No hay comentarios:

Publicar un comentario