jueves, 26 de junio de 2014

Mi pequeño kaos

La sensación de alivio al girar la doble llave porque te apetece estar sola, unas horas, contigo. En esos instantes de tranquilidad merecida que te ha dado la vida (te los da con cuentagotas). Sabes que ese sofá es tuyo y que no habrá más ruido del que tú hagas al teclear. No habrá nada. No tienes sueño, ni estás cansada, pero sientes que te mereces ese descanso, esa sensación de tener cuatro paredes para ti, ese momento que realmente no te lo ha dado más que el hecho de dejarte el cargador en casa y saber que no llegas ni a las tres de la tarde sin él. Porque sin él estás perdida.
Te pesan las pestañas porque lees sin gafas. Nos sabes donde están, el último día que estuviste en casa decidiste ordenarlo todo y, revolviendo el kaos, en cinco horas convertiste tu habitación en un "puestecito" de detalles bien colocados, pero ahora no encuentras nada.
Has perdido las gafas.
Has perdido guiones. ¿Cómo es posible?
Crees que el orden no es bueno.
Recuerdas aquellos momentos en tu vida donde empezabas a ordenarlo todo como loca. "¿Qué te pasa?" Te decía tu compañera de piso, "nada, ordeno".
Pero por mucho que ordenaras tu casa, tu cerebro no se ponía en orden, seguían caóticos los sentimientos de dolor y rabia que te habitaban entonces.
La paz en casa no era tu paz, por más que te empeñaras en qué así fuera.
Recuerdas también cuando, un año más tarde, tu compañera miró dentro de tu cuarto, vio como reinaba el kaos y, sonriente, te dijo "Ahora vuelves a ser la de siempre".
Luego siguió avanzando pasillo arriba hasta su cuarto y tu pensaste por unos segundos "¿Que dice esta ahora?"
Pero ahora lo entiendes todo y no puedes evitar esbozar una sonrisa al recordarlo.

jueves, 19 de junio de 2014

¿Teatro? Me pregunté.


Irene era una niña tímida. Tenía una buena relación con sus compañeros de su clase de infantil pero solo tenía una amiga y decía que no necesitaba ninguna más. Cuando esto duró demasiado sus padres se preocuparon y decidieron apuntarla a teatro. "¿Teatro?" Se preguntaba Irene, "¿Por qué?"

- Me preguntaba por qué.

Con diez años hizo su primera obra en el teatro de LLoret de Mar, estableciendo así aquella primera relación con la droga. La droga del escenario.

- Sentí la droga

Sus padres, que tan solo querían que perdiera su timidez, no eran conscientes del regalo que acababan de hacer a su hija. No eran conscientes en absoluto.

- No lo eran

Irene pidió seguir haciendo teatro, más serio, ir a clase, aprender. Desde entonces, año tras año, clases que terminaban con espectáculos finales para volver a sentir la droga. El mono era incontrolable. Con dieciséis años formó su primera compañía: Els papaus. El director, Dani Cuevas, escribía, actuaba y dirigía y lo hacía bien.

Irene, con dieciséis años, experimentaba muchas cosas importantes en su vida: primeras fiestas, primeros cubatas, primeros cigarros, primeros amores; pero, sobretodo, sentía la felicidad máxima cuando se encontraba encima del escenario.

- La felicidad máxima

El grupo "Els Papaus" se deshizo cuando todos cumplieron dieciocho y se fueron a Barcelona a estudiar sus respectivas carreras. Irene decidió que iría a Barcelona a vivir, lo tenía clarísimo. Decidió que lo único que quería estudiar era teatro.

- Lo decidí

Sus padres, pensando que se había vuelto loca, le quitaron de la cabeza semejante idea, como hobbie no había problema pero en la vida se tenía que estudiar una carrera. Irene pensó en estudiar magisterio, en segundo lugar también la llenaba estar rodeada de niños, aunque sabía perfectamente que no era lo mismo. Ella buscó teatro allí donde fue y no lo dejó jamás.

- No podía dejarlo

Cuando terminó la carrera le entró ansiedad, no se veía capaz de trabajar de maestra, se sintió medio vacía y lloró a mares hasta que, junto con su madre, decidieron que había llegado el momento de formalizar sus estudios de interpretación donde pudieran ser asequibles.
Cursó tres años en la Escola D'Actors de Barcelona. Aprendió, entrenó, conoció gente interesante y pudo dedicarle tiempo a su pasión, siempre compaginada con sus primeros trabajos como maestra de primaria. En la escuela hacían una, dos o tres obras al año y, evidentemente, encima del escenario es donde más aprendía y donde más se alimentaba.

- Me alimentaba de teatro

Por motivos personales abandonó la ciudad al terminar...el amor, a veces demasiado poderoso. Pero ya instalada en Girona buscó rápidamente una escuela donde continuar su formación: El Galliner. De esos años en Girona, no solo conoció grandes actores y actrices, si no que aprendió de nuevos profesionales, probó qué era interpretar delante de cámara y descubrió que también le gustaba.

- Descubrí que todo lo que fuera interpretar, me gustaba.

El desamor la devolvió a Barcelona y le ofreció el mejor regalo: una fuerza inmensa para dedicarse única y exclusivamente a satisfacer esa necesidad. Empezó a entrenar con Txiki Berraondo, profesional donde las haya, que le ayudó a pulir todo lo que todavía faltaba por entender de este mecanismo y llenó con cultura, ganas y conocimientos todos los vacíos que otros aspectos habían dejado.

- Me llenó de teatro

Irene no solo sentía que aprendía y compartía clases con gente mágica y extraordinaria, si no que empezó a descubrir el mundo de los castings, empezó a rodar cortos, a llenarse de experiencias... A sentirse verdaderamente actriz, aunque sin ganar un céntimo, pero son estas cosas que se sienten.

- Ser actriz se siente

Seguirá estudiando siempre, porque esto necesita entrenamiento constante. Después de compartir esto con el trabajó de maestra, Irene, lo dejó todo.

- Todo, por esto.

Y ahora, mientras lucha por poder mantenerse como sea y con ahorros que aún le quedaban (repito: quedaban), se ha instalado en Madrid. Solo necesitaría dinero para tener un techo y alimentarse. Aunque si pudiera, Irene Soler, solo se alimentaría de teatro.

- Y ya tendría suficiente.

martes, 10 de junio de 2014

Sensaciones

Vuelvo a casa, de noche, andando sola y no puedo evitar recordar cuando hacía lo mismo en Barcelona, era mi momento del día de estar conmigo, cuando no me acompañaba nadie a casa, podía reflexionar, dejarme llevar, sentir el aire. Me doy cuenta de aquí no sucede lo mismo, quizá es que mi barrio no es muy especial, no hay grandes fachadas solo bares manolos y tiendas de chinos que me permiten comprar una lata de Mahou (por falta de estrellas en la capital), para hacer más ameno el camino. Quizá con la cerveza consigo intensificar la sensación de caminar sola en la ciudad. Pero no sucede. La china me desea dulces sueños, un príncipe azul y que me caiga dinero del techo. Es simpática. Pero no sabe que hace tiempo que no creo en los príncipes y que el dinero, aunque me ayudaría, tampoco sería santo de mi devoción. Ojalá me deseara un millón de nuevas sensaciones.
La sensación de estar en el teatro, receptiva, dispuesta a que una obra entré en ti y te remueva, a no irte indiferente. Aprender a ver, a escuchar, a sentir.
Sensación de ver como se cumplen los sueños y no poder creerlo pero dejar que tu cuerpo lo crea por ti soltando lágrimas de felicidad. Las mismas que un día les decía a mis niños (alumnos) que soltaban mis ojos al despedirme, explicándoles que era feliz de haber vivido tanto con ellos, aunque en realidad estaba triste por dejarles continuar su camino sin mi. Pero así es la vida, jamás te acompañan los que se cruzan y, aunque sea cruel, más vale que se acostumbren, no saben que esto ocurre prácticamente cada día. Solo debemos ser esponjas y sorber lo mejor de cada punto que se cruce, por si acaso, un día, ya no se vuelve a cruzar más.
Por lo menos conmigo aprendieron que hay que luchar por los sueños.
Hoy Martín, desde Argentina, informa que le han regalado un telescopio "pasado ayer", dice. Y cuando oigo "pasado ayer" me emociono porque su lógica aplastante sigue ahí, igual que su sueño de astronauta, que hace que cada día cuando vea la luna me acuerde de él, pues un día, le verá la espalda.
Cuando digo espalda pienso en mis contracturas y estoy convencida que son a causa de mi colchón duro como piedra, donde me toca dormir, dentro mi pequeña habitación de kaos ordenado, en la que cada vez me siento más acogida, compartiendo cama de matrimonio con mi portatil, como si de un peluche se tratara. Dejando que mi energiómetro se agote cual bebé muerto de sueño, que sabe que no dormirá demasiado, pero sus párpados caen, poco a poco, dejando que sea ahora el subconsciente el que decida qué toca sentir hoy...

martes, 3 de junio de 2014

Y con lágrima...250.

A (amiga)
B (amigo)
C (amiga 2)
Comparten piso.
A y B estan sentados en la cama de B.
3 de la mañana.

A - Una amiga mía siempre decía que cuando la luna sonríe es el gato de Alicia.
B - ¿Alicia?
A - Siempre lo dice.
B - ¿Quien lo dice?
A - Ella.
B - Alicia, tu amiga.
A - No... (suspira)
B - Como?
A - ¡Alicia en el país de las maravillas! ¿Conoces el gato?
B - Pues no he tenido el placer.
A - Que te den.
B - ¿Cómo se llama?
A - Marta.
B - Digo el gato.
A - ¿El gato?
B - Sí.
(Pausa)
A - Pues no lo se.

(Pausa larga)

B - ¿Has pensado en ello?
A - Yo tomo de todo menos decisiones.
B - Deberías.
A - Pásame la cerveza.
B - ¿Otra?
A - Las que hagan falta. No me presiones.
B - Bueno...
A - Es culpa de los de cocacola que han decidido quitar las etiquetas de "comparte cocacola con", y ahora ya no me motivan en absoluto, así que lo he dejado. Lo de beber cocacola digo. La birra al menos me evade de la vida.
B - Saboréala.
A - ¿La cerveza?
B - No, la vida.

(Pausa)

A - Dicen que los pastelitos de Alicia simbolizan las setas alucinógenas, pero yo creo que no.
B - Disney...cuanto daño.
A - A veces te sientes pequeña, dimunta, como un gusanito de seda, otras veces eres grande y puedes con todo.
B - Te comes el mundo, el mundo entero.
A - Pues eso, como la Ali con los pastelitos.
B - O también podrían simbolizar los pasteles de marihuana, que te vuelven loco loco. Yo los probé en Amsterdam y no podía dejar de reir. Pensaba que incluso podrían detenerme por reirme tanto, ¿no existe una ley para eso verdad?
A - No, pero seguro que no tardan en crearla. Prohibido reir ¿te imaginas?
B - Yo creo que mucha gente aceptaría sin más.
A - Una risa 50 euros de multa.
B - Una carcajada 100.
A - Y con lágrima...250.

(Llega C, se tumba en la cama)

B - La que faltaba.
C - ¿Hay cerve para mi?
B - Tenéis un problema con el alcohol.
C - Vamos a brindar, y luego os tengo que contar mil movidas que se me pasan por la cabeza.
B - Tengo sueño.
A - (a B) Oye mírate, esto es un sueño para tí, Dos tías que se tiran en tu cama a las tres de la mañana.
B - ¿Para filosofar? Perdona pero creo que ese podría ser el sueño de Platón o Aristóteles pero el mío te aseguro que no.
(Pausa)

C - Voy a dejar de dormir, creo que es perder el tiempo.

(Micropausa)

A - Lo ves, jamás hay que tomar decisiones, nos volvemos locos.
B - Las mejores personas están locas. Lo decía siempre tu amiga.
A - ¿Que amiga?
B - ¡Alicia!

A y B se ríen.

C - Joder nunca me entero de nada.
A - ¿Sabes? Lo magnífico es no entenderlo.
C - Me voy a dormir.
B - ¿Pero no decías que...?
C - Sí sí, mañana empiezo.
A - Buenas noches.

(Micropausa)

B - (a A) ¿Que vas a hacer?
A - Seguir perdida. Bueno...comer un poco de chocolate también.
C - Eso me parece una idea magnífica.
A - Bien!
C - Si no fuera porque me he acabado la tableta.

A mira a C frunciendo el ceño. Luego se queda pensativa. 

A - La verdad es que NO tengo ni la menor idea de que hacer.
C - No pienses, modo cerebro OFF.
A - Ojalá hubieran botones para eso.
C - Parece que ese es un don que no nos dieron. Pero tu tienes otros...
A - Otros dones?
C- Tu sabes, por ejemplo, dibujar.

A mira incrédula a C.

B - Muy bien chicas, fuera de mi cama.
A - Esto ya si que es denigrante... ¡Nos echan!

Todos ríen.

A - Cuidado no te vaya a cobrar por carcajada con lágrima.

B sonríe.
A sonríe.

C - Yo nunca me entero de nada. (también sonríe)
A - Sabeis que?
B y C - No le des más vueltas.
A - Sólo iba a decir que el gato de Alicia no tiene nombre, estoy convencida.
B - Buenas noches...ya!

Las chicas ríen y se marchan.

FIN