lunes, 23 de noviembre de 2015

Congestión emocional

María sale de la farmacia guardando una bolsa con medicamentos en su bolso. Al salir tropieza con Raúl.

M - Vaya...
R - Qué casualidad...
M - Sí, mucha. Aquí en mi calle, qué casualidad.

María empieza a andar.

R - Las casualidades no existen ¿Lo sabías? (La sigue) Sí la vida nos ha vuelto a poner en el mismo camino, seguro que es por algo.
M - Segurísimo.

Se paran en un paso de peatones porque el semáforo está en rojo.

M - Seguro. (Sonríe irónica). Seguro que la vida ayer hizo algún tipo de vudú para que pillara este catarro infernal que no me deja ni respirar, ha invocado una llamada telefónica al capullo de mi jefe, que le ha hecho tener que salir corriendo a una cita súper urgente, lo que me ha permitido escaparme diez minutos a la farmacia de la esquina del trabajo, que casualmente coincide con la esquina de mi casa, en el preciso momento que tú, vete tú a saber por qué, pasabas por aquí, por la farmacia de mi calle, de mi barrio, cuando vives en la otra punta de Madrid. Y tachán... nos hemos encontrado... uau, la vida, eh...
R - Ya bueno, en realidad llevo toda la mañana esperándote.
M - Genial.

El semáforo se pone en verde, María cruza, Raúl la sigue.

R - Sí, bueno, he ido de tu casa a tu curro, de tu curro a tu casa, y de tu casa a la farmacia.
M - (Para en seco) ¿La farmacia por qué?
R - Anoche vi tu estado en facebook, que te sentías enferma... con el muñequito ese verde que tiene la boca haciendo como montañitas, como si quisiera vomitar o....
M - ¡Ya vale! Conozco perfectamente el muñequito.
R - Ya...
M - ¿Qué coño quieres Raúl?
R - ¿Estás muy enfadada?

María lo mira fijamente y le entra un ataque de risa. Él la mira sin entender nada.

M - Ah, que va en serio. Pues mira no, estoy decepcionada, más decepcionada, más decepcionada y así sucesivamente...
R - No exageres que tampoco es para tanto.
M - ES para tanto.

María empieza a andar de nuevo. 

R - María, ¿podemos hablar?
M - Estamos hablando.
R - De nosotros, quiero decir.
M - Uy, error. Mi sistema de seguridad ha desactivado esa palabra de mi vocabulario.
R - María...
M - Espera, déjame ver... (María hurga en su bolso) Ay... que lástima, no me quedan oportunidades ¡Te las di todas! Sólo tengo paracetamol, espray para la nariz y... ya está, ¡porqué las pastillas que quería no las fabricaban!
R - ¿Qué pastillas? No es bueno tomarse tantos medicamentos...
M - Pastillas para no pensar en ti, el invento del futuro. Pero están demasiado ocupados con las cremitas anticelulíticas y las pastillas de jalea real vitaminadas para combatir el invierno.
R - Si me dejas unos minutos, te puedo explicar todo lo que ha pasado y entenderás...
M - Tengo que volver al curro.
R - ¿Te puedo acompañar?
M - Ya lo estás haciendo.
R - Si me escucharas...
M - Mis oídos están sordos de escucharte. Mírate. ¿Quién eres? Eres un superheroe ¿verdad? Venga, confiésalo ¿Quién te ha dado los superpoderes, eh? ¿Has salido de un cómic de esos que tanto te gustan?
R - ¿Qué dices ahora? ¿Qué cómic ni qué superpoder?
M - ¡El de desaparecer! ¡De hacerte invisible! De estar hoy aquí y mañana no estar en ninguna parte. Sin dejar rastro. ¿Cómo lo haces? ¿Es un don con el que nacéis la mayoría de tíos o sólo algunos afotunados?

María anda cada vez más rápido, Raúl la coge del brazo y la para.

R - ¡Joder María! ¡Te quiero!
M - Cuidado, tápate con la bufandita, no se te vayan a escapar más mentiras.
R - ¡Joder vale ya no! ¡¡Te estás pasando!! Encima que vengo aquí y...
M - Encima dices. Encima. ¿Sabes lo qué pasa? Que vienes tarde Raúl, que han pasado dos semanas, que no tienes derecho a volverme loca de esta manera, que me estoy mareando con tanto vaivén, que si soy de acero es porque tú has hecho que lo sea, idiota. Mis armaduras son directamente proporcionales a tus decepciones. Así que lo llevas claro si crees que lo vas a arreglar todo con cuatro palabritas tontas en medio de la calle Pez y encima hoy, con la congestión esta que tengo ¡Que la cabeza me va a explotar!
R - Vale, ¿Y qué quieres que haga?
M - Ah, pero que... ¿Te lo tengo que decir yo? Esto no funciona así, tú tienes que hacer lo que te salga de... del... de dónde sea que te salen a ti las cosas.
R - A ver, no es tan fácil, tengo dudas de...
M - Vete lejos no me vayas a contagiar.
R - Pero si la que está enferma eres tú.
M - No me vayas a contagiar tus putas dudas. ¡Porque llevo dos semanas dudando! Dudando de si lo que hemos vivido ha sido real o no, dudando de si lo hemos sentido los dos o sólo yo, dudando de si eras fruto de mi maravillosa imaginación, dudando de si quería volver a tenerte entre mis sábanas, de si todavía estaba dispuesta a quererte... dudando de si a mi sistema inmunológico le hacías bien o mal...
R - Y...
M - ¡Te lo has cargado!
R - ¿Tu sistema inmunológico?
M - ¡Eso también! Pero me refería a lo nuestro.

María se va, Raúl la sigue.

R - ¡María! No tenía las cosas claras, no estaba seguro de lo que estaba haciendo, me agobié... Siempre la cago, ya lo sé, siempre. Arraso con todo lo que se me pone por delante. Pero esta vez será diferente, he pensado mucho, estoy dispuesto a arreglarlo, de verdad...

María se para en seco.

M - Ya, pero esta vez yo no.

María abre el portal de su trabajo, contiene las lágrimas. Entra y cierra la puerta. Se miran a través del ctistal. Raúl la mira y le lanza un sinfín de emociones a través de sus ojos, estas atraviesan el cristal y cuando están a punto de llegar a María, ella estornuda, lo que conlleva a un inminente parpadeo de ojos y, una vez abiertos de nuevo, Raúl ha desaparecido.


FIN