domingo, 23 de diciembre de 2012

Cambio de ruta. (1a parte)

18.03 David:  Marta, quedamos a las siete en casa - (Último whatsapp recibido)
Ya eran las siete y todavía seguía en casa corriendo de un lado para otro del pasillo intentando no dejarme nada. Había quedado con David y llegaba tarde. Salí escopeteada, con el pelo aún mojado, suelto, y con espuma, pero que iba dejando gotas encima de mi chaqueta verde. Normalmente hubiera girado a la derecha, andado dos calles, saludado a la divertida señora de la tienda de las frutas, torcido a la izquierda, seguido recto y, allí, en la parada, hubiera cogido el 14 para llegar en veinte minutos a casa de David.
 Pero la falta de tiempo me hizo torcer el recorrido torpemente, encontrar semáforos en rojo, esperar más de lo previsto y llegar a la parada a penas sin aire para ver, en la pantalla, que faltaban 18 minutos para el 14.
- Putos recortes de mierda, joder - pensé en voz alta. Un señor de pelo blanco y bastón me miró, seguramente pensó que era una mal hablada pero le sonreí dulcemente y él contesto apartándome la mirada. Bueno, tampoco tenía tiempo para quedar bien con nadie, volví a mirar la pantalla en un intento de que tu mente pueda hacer algo con una fuerza sobrehumana y que el tiempo cambie. Pero nada. Era incapaz de esperar, la pantalla anunciaba un 59 inminente. Yo necesitaba algo inminente, no me gusta estar parada cuando hay prisa. Así que cogí el 59 inminente sin saber si me serviría de algo, porque posiblemente tendría que hacer cambios estúpidos que aún me harían retrasarme más. Mientras subía los escalones del autobús miré el móvil
19.13 David:Donde estás?
19.14 Marta: Ya llego!
Acabé de subir, y, como siempre hago, saludé al "autobusero" (si el conductor, pero a mi me gusta llamarles autobuseros), cuando se cruzaron nuestros holas, no solo se cruzaron palabras, hubo una descarga energética de miradas. Acto seguido me giré de golpe y metí mi T10 en la máquina "pi pi, pi pi". Y me quedé allí, quieta, no quise entrar al fondo del autobús. "Que guapo es este autobusero", pensé, y me mantuve cerca todo el viaje, pero distante. Dejando que mis pensamientos brotaran creándome historias. Se me quitaron las ganas de ir a casa de David. Pero vuelta a la realidad, bajé del bus y no estaba tan alejada, no quise coger más buses, empecé a andar, pero ya sin prisas y a las ocho menos diez llegaba a casa de David, que ni si quiera se enfadó, porque lo que teníamos los dos era una pequeña historia de sexo, nada más serio, por mi parte y él sabía hasta donde entraban los derechos de enfado.
Salí de casa de David a eso de las 23,30, volvía a la mía y sentí que no volvería a verle, no me conformo con tonterías, son necesarias para una pero, cuando no te llenan lo suficiente, quizá hay que dejarlo ir.

Al cabo de una semana tuve que ir a una reunión de trabajo cerca de Horta, cuando salí no tenía muy claro como volver a casa. Me acerqué a una parada de autobús pero no era la que me habían indicado, allí no estaba el bus que necesitaba, que desastre. Vi que el 32 venía inminente, miré las paradas rápidamente y lo cogí. Soy de Barcelona y me desenvuelvo bastante bien, "ya conseguiré llegar de algún modo.", pensé.
Tal como subía las escaleras me quedaba atónita de ver quien volvía a conducir este autobús, que no era el mismo autobús de la semana anterior. Pero si era el mismo "autobusero".
Dos errores. Dos equivocaciones que me hacían volver a encontrarlo a él, en mi cambio de ruta.
Esta vez me saludó con un "hola, qué tal?" ¡Ya no era solo un hola! Y qué implica un "hola qué tal?" implica la necesidad de una respuesta, así que contesté alegre y dulce con un "muy bien y tu.?" y marqué mi targeta "pi pi, pi pi", pero me quedé allí, esta vez, a su lado. Y aproveché para preguntarle "mira, yo es que me he equivocado de bus, y pensaba bajarme aquí...pero quizá hay alguna parada que me deje más cerca de donde vivo que es aquí...? es que no soy de aquí..." Lo dije para dejar que se sintiera superior, protector, que podía ejercer una gran ayuda sobre una pobre niña perdida en la gran ciudad.
Me miró a los ojos, me sonrió y me respondió "La última..."

La última, no sabía si quizá era cierto o si realmente era una invitación a estar con él hasta al final. Pero claro, si me quedaba hasta el final como iba a volver a casa, ¿me llevaría en autobús?.

Pero estas cosas, que no pasan nunca, me hicieron quedarme allí hasta la última parada. La gente bajaba y yo me quedaba allí, plantada, como tonta.

- Por cierto - me dijo - ¿no eres de aquí? A mi me parecías muy desenvuelta la última vez, en el 59.
- Ah...-reí - pues no...- contesté torpe.
En el 59. Se acordaba de mi, se acordaba de mi, se acordaba de mi.

LLegamos al final del trayecto. Él empezó a sacar ticket en blanco, y yo dejé de lado mi parte tímida.

- Qué quieres, ¿mi número?
- Claro - contestó, con aquella voz grave que le hacía aún más sexy.

Y le escribí mi teléfono móvil, se lo di, y me fuí.
Ahora él tenía la pelota. Yo no podía hacer nada más, no creo que me equivocara una tercera vez de autobús.

4 comentarios:

  1. Xiki:
    Mereix 2ona part segur i mes si cal. Es agradable i divertit llegir-te

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  2. Silvia:segona part plisssss!!!

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  3. Segona part! Vull sapiguer com acaba!!

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  4. Segona part! Vull sapiguer com acaba!!

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